Kathryn Bigelow
1995
Prólogo: Raúl Olmedo
“Divertirse significa siempre que no hay que pensar, que hay que
olvidar el dolor, incluso allí donde se muestra. La impotencia está en su base.
Es, en verdad, huida, pero no como se afirma, huida de la mala realidad, sino
del último pensamiento de resistencia que esa realidad haya podido dejar aún.
(T. Adorno, p. 189)
“El placer también puede provocar grandes estragos tal es por otro lado
su riesgo” (G. Melenote, 2005. p. 48)
En el centro del
análisis está el saber, el que siempre se sabe demasiado bien, el que es puesto
en acto para ser representado en la transferencia. Saber inconsciente y saber
del inconsciente; Saber supuesto y su contraparte, saber del analista en el que
se apoya el cálculo de las intervenciones, saber sobre las resonancias de la
estructura.
La imagen tiene
estructura. En un primer examen la
imagen es un saber certero. Una imagen no es otra cosa que el reconocimiento de
un registro de correspondencias, los sentidos excitados por estímulos generan
imágenes en el córtex cerebral, visuales, audibles, táctiles. La imagen es
consistencia, la biyectividad de una función permite hacer su recorrido
comprobable en su vía original y su reverso, hay una facilidad de
reconocimiento inmediato en la imagen, demuestra permanencia, la imagen se postula
como un saber a confirmar. Un experimento si se repite punto por punto habrá de
dar los mismos resultados.
Sin embargo, si
observamos con más detenimiento, la función estructural de la imagen es todo lo
contrario al saber certero, lo propio de
la imagen es el engaño.
En el siglo V a.c,
cuenta Plinio “El Viejo”, Zeuxis y Parrasio compitieron por el reconocimiento
de su maestría como pintores, el primero pintó uvas tan apetecibles que las
aves picaron la pared seca, el segundo prometiendo revelar su obra, dio a
correr una cortina inamovible en roca a su contrincante. Consecuentemente
Zeuxis admitió su derrota, Parrasio había engañado los ojos de un artista
mediando un montaje para garantía de la efectividad de la imagen.
Lacan, en sus
elaboraciones sobre el esquema óptico, con el propósito de dar cuenta de la
operatoria de la imagen en la constitución psíquica, pone a sus lectores en
actas de la importancia fundamental de este hecho de la imagen. Poniendo un
espejo cóncavo delante de un objeto, éste refleja una imagen real visible desde
un determinado punto de vista, creando ilusión de objeto palpable. Imagen que
colocada frente a un espejo plano genera una imagen idéntica a la que
produciría un objeto denso original si es colocado en el mismo punto. “Tenemos
pues: imágenes virtuales de objetos materiales y también imágenes virtuales de
imágenes reales” (S. Amigo, 2003. p.66).
Subrayo, la imagen
tiene, cuando menos, dos tiempos: “las imágenes siempre son captables desde
determinado punto de vista y no de otro”. (S. Amigo, 2003. p.67); “existen al
menos dos zonas en el campo de lo visible: la de la captación de la imagen,
donde opera la ilusión del ramo sin que en él aparezca el dispositivo generador
de la imagen; la otra dónde se ve ese dispositivo sin que funcione la ilusión”
(G. Melenote, 2005. p.55).
Si el espectador se
desplaza del punto de mira en que se produce la ilusión, la imagen real del
objeto reflejado en el espejo cóncavo, lo mirado, la imagen virtual de imagen
real, desaparece. Aún más, siguiendo la trayectoria propicia, el espectador
podrá mirar el montaje sobre el cual se ha hecho aparecer en su anterior campo
de visión, el objeto colocado en otro lugar, ausente del lugar donde se le
suponía.
Intento defender la
siguiente tesis: La imagen es un saber doble y silencioso, es certeza del
objeto y a la vez la evidencia de la ausencia del objeto que la origina.
Depende de la técnica para ocultar o develar el montaje tras la imagen cuál de
sus facetas se hace efectiva, en el primer caso el sujeto sucumbe a su poder y
es por tanto objeto, en el segundo el sujeto recupera su poder y puede desprenderse
de la imagen.
En la primera mitad
la imagen es evidencia, saber la Verdad, goce-en-sentido, garantía del goce del
Otro; en la otra, vaciamiento de la
verdad por medio del saber del deseo. El límite entre una y otra es “La causa de lo inconsciente, no es una verdad
histórica, ni un sentido dado (causa/efecto), es una función de lo imposible”.
(J. Dobón, 2003. p.49). Imposible con dos rebotes: la de experimentar el goce
del Otro y el de tener certeza de saber hacerle gozar.
No es extraño a
nosotros el reconocimiento del poder de las tecnologías de falsificación,
incluso sucumbir voluntariamente a él: las imágenes de los comerciales y las
revistas son tanto más atractivas en su perfección que los modelos originales, incluso
las voces de nuestros cantantes predilectos son más atractivas luego de haber
sido mezcladas, perfeccionadas y masterizadas para el deleite de nuestro oído;
en los cines flota un olor a palomitas de maíz que recubre el de los
comestibles reales, es un odorante ambiental que cumple mejor su función de
gancho; El realty show da la impresión de ser más vívido y excitante que la
vida; la colección de mementos presentados
en FB son más coherentes y seductores que el día a día sin ediciones.
La pornografía ha
tenido también sus avances en materia de captura por medio de la imagen. Y es
de especial interés para nosotros psicoanalistas, pues la pornografía es un
producto de intercambio en la cultura para atrapar de modo poco sublimado la
pulsión epistemofílica. El deseo de saber se relanza desde la falta. La
reproducción sexuada funda un imposible de saber en el fondo del estar ahí
previo al cogito ergo sum, el vértigo del saber en el estar ahí del ser en la
escena primaria. “Venimos de una escena en la que no estuvimos. El hombre es
aquel al que le falta una imagen” (P. Quignard, 2000. p.9)
La pornografía POV,
de amplia aceptación actualmente, explora un sustituto de la escena primaria
desde el montaje más simple: el punto de vista de alguno de los protagonistas,
usualmente el masculino. Atrapa al espectador pasivo que goza mirando, la
potencia de sujeto deseante, mediando la fuerza del artificio, es reducida a
otra condición ante el goce. Zizek opina:
“Contrariamente al
lugar común de que la pornografía, el otro (la persona en la pantalla) es
degradado a la condición de objeto de nuestro placer voyeurista, debemos
subrayar que es el espectador quien ocupa la posición del objeto: los sujetos
reales son los actores de la pantalla que tratan de excitarnos sexualmente,
mientras que nosotros, los espectadores, somos reducidos a la condición de
objeto-mirada paralizada.” (S. Zizek, 2000. p.18)
Pero el atractivo
de esta sumisión pasiva a la posición de objeto, adquiere su viscosidad en una
fuerza que impulsa a intentar llenar con algún saber que supla pensamiento para
el “Yo” como tercero excluido de la relación sexual entre los padres que le
precede y le “fabrica”, si se me permite decir con jerga industrial. El horror
del desconocimiento radical, genera fantasmas radicales, místicos:
“la mística
masculina consiste precisamente en esa superposición de las miradas en virtud
de la cual el místico experimenta que su intuición de Dios es al mismo tiempo
la visión por medio de la cual Dios se mira a Si Mismo: Confundir este ojo
contemplativo con el ojo con el que Dios se mira a si mismo debe seguramente
formar parte del goce perverso”. (S. Zizek, 2000. p.180)
El objeto al que se
identifica el pornógrafo, es dios, como objeto todo saber, se mira a si mismo
mirando desde siempre, la falta en ser ha quedado eclipsada en el siempre haber
sido ahí, eliminando el vacío real de no poder recordar el acto que dio origen
al sujeto. El goce masturbatorio que acompaña la exploración pornográfica
cierra al sujeto sobre sí mismo, coluto con su objeto, “una subjetividad
adictiva no es más que la de un sujeto capturado en la falsa creencia de haber
encontrado “su objeto”” (J. Dobón, 2003. p.51). El adicto a la pornografía
reniega de su falta defendiéndose de la tensión del acto sexual en que le es
posible actuar solo un rol psicosexual u otro, renunciando a la otra mitad del
saber y del goce.
A sabiendas de que
lo individual y lo social infiltran, podemos pensar en la proliferación de una
modalidad de goce en una cultura, hablar del poder haciendo relacionar a los
sujetos por un lado con la fuerza de modelamiento subjetivo del saber técnico y
por otro el juego de velos en el sistema:
“El principio del
sistema impone presentarle todas las necesidades como susceptibles de ser
satisfechas por la industria cultural, pero de otra parte, organizar con
antelación esas mismas necesidades de tal forma que en ellas se experimente a
sí mismo sólo como eterno consumidor, como objeto de la industria cultural.
Ésta no solo le hace comprender que su engaño es el cumplimiento de lo
prometido, sino que además debe contentarse, en cualquier caso, con lo que se le
ofrece” (T. Adorno, p. 186)
Y por otro lado, de
porqué este sujeto hace síntoma:
“En el terreno de
lo social emerge un Sujeto sintomado por la verdad y el saber, que convenimos
en llamar Sujeto Síntoma de lo Social (s.S.s), efecto de captura de lo
subjetivo por la dimensión y las creencias que provienen de las verdades que
emergen desde los saberes y discursos que atraviesan a ciudadano, en cada
momento histórico” (J. Dobón, 2003. p.44)
Corro el riesgo de
presentar una segunda hipótesis. El sujeto profundamente angustiado por sus
actos en sociedad, y aplastado por la angustia del no saber, salta fácilmente a
los dispositivos que le ofrecen saberlo todo y ocultarse bajo la presentación
de una falsa pero armónica imagen de si ante la mirada de todos, en la que
puede jugar a mirar cómo es mirado. Es respuesta a una ideología de estado en qué:
“El orden jurídico
y el poder de la justicia queda cuestionado en su credibilidad, a partir de la
colaboración, activa, en forma directa o indirecta de la justicia con el poder
en los periodos inconstitucionales. Ya no se tratará de deslindar a la verdad
del sistema de poder, o de “cambiar la conciencia de las gentes” sino del acto
de separación del poder de la verdad en las formas de hegemonía (sociales,
económicas culturales”. En ocasiones el poder ha subvertido el orden y el
estamento jurídico encontrando eco y colaboración en el poder judicial
anteponiendo las “razones” del poder por sobre las de la ley” (J. Dobón, 2003.
p.66)
Propongo: el sujeto
adicto del qué hablo es producto de los visos de totalitarismo en el estado
moderno como lo define Agamben:
“El totalitarismo
moderno puede ser definido, en este sentido, como la instauración, a través del
estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación
física no sólo de los adversarios políticos sino de categorías enteras de
ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables en el sistema
político” (G. Agamben, 2004. p.25)
“El uso del producto
permite la ganancia de “una cuota de independencia, ardientemente anhelada”, no
con relación al producto, sino con relación al mundo exterior” (G. Melenote,
2005. p.45-46). La oferta de Saberlo
todo resuena en la estructura y la historia, hace parche contra una angustia
mortal de no saber nada, estar excluido no ya de la escena en la que hace
aparición el soporte del sujeto en el mundo, sino de secretos a voces, siendo
de los más radicales el de su posible desaparición a manos de la madre patria.
Se ha vivido una y otra vez en todo Latinoamérica.
Ejemplifico;
Calveiro y Bateau, hablan de Argentina de los 70`s:
“Directamente con
la legalidad aparece el problema del secreto. El secreto, lo que se esconde, lo
subterráneo es parte de la centralidad del poder (…) debe existir una nube de
silencio que rodee todo (…) para que funcionara el dispositivo desaparecedor debían ser secretos a voces; era preciso que se
supiera para diseminar el terror” (Calveiro y Bateau, Dos textos)
El lugar del
análisis como aparato para desmontar por medio de la inscripción de la
imposibilidad, del no todo, en el saber,
de la falta en el Otro y de la recaptura a la identificación de un rasgo unario
con el cual el sujeto pueda hacer lugar al sinsentido contra el goce
sentido, desear en contraposición al
anteriormente supuesto y lapidario deseo del Otro, un sujeto que corra el
riesgo del acto sin conocer todas sus consecuencias pero consciente de la
dimensión de pérdida de goce (del Otro).
“Se trata del
riesgo de tomar sobre si el alcance y las consecuencias del deseo, no pudiendo
ya el sujeto tomar el expediente de hacerlas caer sobre el Otro. Es por ello
que llamamos “riesgo absoluto” a la capacidad de deseo propio (que el deseo sea
deseo del Otro sigue quedando en pie, pero recordemos que ahora ese Otro es
interior al sujeto, quien se hace responsable por las consecuencias del deseo
en términos de acción). (S. Amigo, 2007. p.271)
Es parte del
análisis desmontar el andamiaje que sostiene en el lugar de la verdad la imagen
hiperconsistente entre real y simbólico, producir un sujeto que se anime a ir:
Al encuentro del
agujero entre el saber y la verdad el sujeto tras el acto hace un segundo paso
sobre el “origen”, es decir lo que de lo simbólico se ausenta en lo real como
base para la producción de la estructura. En este punto se “determina un vector
ético moral para el sujeto entre dos agujeros, eje de la formación subjetiva
frente a cada acto y sus implicaciones. (J. Dobón, 2003. p.66)
Quizá, hoy por
hoy sujetos que se animen a decir: nos siguen faltando 43.
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"Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles. Miren: a mi mano derecha le falta el índice. Miren: por este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuaje bermejo: es el segundo símbolo, Beth. Esta letra, en las noches de luna llena, me confiere poder sobre los hombres cuya marca es Ghimel, pero me subordina a los de Aleph, que en las noches sin luna deben obediencia a los Ghimel. En el crepúsculo del alba, en un sótano, he yugulado ante una piedra negra toros sagrados. Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían, robaba pan y no me decapitaban." La lotería de Babilonia, Ficciones, Jorge Luis Borges.
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