viernes, 14 de agosto de 2015

Strange Days
Kathryn Bigelow
1995

Prólogo: Raúl Olmedo

“Divertirse significa siempre que no hay que pensar, que hay que olvidar el dolor, incluso allí donde se muestra. La impotencia está en su base. Es, en verdad, huida, pero no como se afirma, huida de la mala realidad, sino del último pensamiento de resistencia que esa realidad haya podido dejar aún. (T. Adorno, p. 189)
“El placer también puede provocar grandes estragos tal es por otro lado su riesgo” (G. Melenote, 2005. p. 48)

En el centro del análisis está el saber, el que siempre se sabe demasiado bien, el que es puesto en acto para ser representado en la transferencia. Saber inconsciente y saber del inconsciente; Saber supuesto y su contraparte, saber del analista en el que se apoya el cálculo de las intervenciones, saber sobre las resonancias de la estructura.
La imagen tiene estructura.  En un primer examen la imagen es un saber certero. Una imagen no es otra cosa que el reconocimiento de un registro de correspondencias, los sentidos excitados por estímulos generan imágenes en el córtex cerebral, visuales, audibles, táctiles. La imagen es consistencia, la biyectividad de una función permite hacer su recorrido comprobable en su vía original y su reverso, hay una facilidad de reconocimiento inmediato en la imagen, demuestra permanencia, la imagen se postula como un saber a confirmar. Un experimento si se repite punto por punto habrá de dar los mismos resultados.  
Sin embargo, si observamos con más detenimiento, la función estructural de la imagen es todo lo contrario al saber certero,  lo propio de la imagen es el engaño.
En el siglo V a.c, cuenta Plinio “El Viejo”, Zeuxis y Parrasio compitieron por el reconocimiento de su maestría como pintores, el primero pintó uvas tan apetecibles que las aves picaron la pared seca, el segundo prometiendo revelar su obra, dio a correr una cortina inamovible en roca a su contrincante. Consecuentemente Zeuxis admitió su derrota, Parrasio había engañado los ojos de un artista mediando un montaje para garantía de la efectividad de la imagen.  
Lacan, en sus elaboraciones sobre el esquema óptico, con el propósito de dar cuenta de la operatoria de la imagen en la constitución psíquica, pone a sus lectores en actas de la importancia fundamental de este hecho de la imagen. Poniendo un espejo cóncavo delante de un objeto, éste refleja una imagen real visible desde un determinado punto de vista, creando ilusión de objeto palpable. Imagen que colocada frente a un espejo plano genera una imagen idéntica a la que produciría un objeto denso original si es colocado en el mismo punto. “Tenemos pues: imágenes virtuales de objetos materiales y también imágenes virtuales de imágenes reales” (S. Amigo, 2003. p.66).
Subrayo, la imagen tiene, cuando menos, dos tiempos: “las imágenes siempre son captables desde determinado punto de vista y no de otro”. (S. Amigo, 2003. p.67); “existen al menos dos zonas en el campo de lo visible: la de la captación de la imagen, donde opera la ilusión del ramo sin que en él aparezca el dispositivo generador de la imagen; la otra dónde se ve ese dispositivo sin que funcione la ilusión” (G. Melenote, 2005. p.55).
Si el espectador se desplaza del punto de mira en que se produce la ilusión, la imagen real del objeto reflejado en el espejo cóncavo, lo mirado, la imagen virtual de imagen real, desaparece. Aún más, siguiendo la trayectoria propicia, el espectador podrá mirar el montaje sobre el cual se ha hecho aparecer en su anterior campo de visión, el objeto colocado en otro lugar, ausente del lugar donde se le suponía.
Intento defender la siguiente tesis: La imagen es un saber doble y silencioso, es certeza del objeto y a la vez la evidencia de la ausencia del objeto que la origina. Depende de la técnica para ocultar o develar el montaje tras la imagen cuál de sus facetas se hace efectiva, en el primer caso el sujeto sucumbe a su poder y es por tanto objeto, en el segundo el sujeto recupera su poder y puede desprenderse de la imagen.
En la primera mitad la imagen es evidencia, saber la Verdad, goce-en-sentido, garantía del goce del Otro;  en la otra, vaciamiento de la verdad por medio del saber del deseo. El límite entre una y otra es  “La causa de lo inconsciente, no es una verdad histórica, ni un sentido dado (causa/efecto), es una función de lo imposible”. (J. Dobón, 2003. p.49). Imposible con dos rebotes: la de experimentar el goce del Otro y el de tener certeza de saber hacerle gozar.
No es extraño a nosotros el reconocimiento del poder de las tecnologías de falsificación, incluso sucumbir voluntariamente a él: las imágenes de los comerciales y las revistas son tanto más atractivas en su perfección que los modelos originales, incluso las voces de nuestros cantantes predilectos son más atractivas luego de haber sido mezcladas, perfeccionadas y masterizadas para el deleite de nuestro oído; en los cines flota un olor a palomitas de maíz que recubre el de los comestibles reales, es un odorante ambiental que cumple mejor su función de gancho; El realty show da la impresión de ser más vívido y excitante que la vida;  la colección de mementos presentados en FB son más coherentes y seductores que el día a día sin ediciones.
La pornografía ha tenido también sus avances en materia de captura por medio de la imagen. Y es de especial interés para nosotros psicoanalistas, pues la pornografía es un producto de intercambio en la cultura para atrapar de modo poco sublimado la pulsión epistemofílica. El deseo de saber se relanza desde la falta. La reproducción sexuada funda un imposible de saber en el fondo del estar ahí previo al cogito ergo sum, el vértigo del saber en el estar ahí del ser en la escena primaria. “Venimos de una escena en la que no estuvimos. El hombre es aquel al que le falta una imagen” (P. Quignard, 2000. p.9)
La pornografía POV, de amplia aceptación actualmente, explora un sustituto de la escena primaria desde el montaje más simple: el punto de vista de alguno de los protagonistas, usualmente el masculino. Atrapa al espectador pasivo que goza mirando, la potencia de sujeto deseante, mediando la fuerza del artificio, es reducida a otra condición ante el goce. Zizek opina:
“Contrariamente al lugar común de que la pornografía, el otro (la persona en la pantalla) es degradado a la condición de objeto de nuestro placer voyeurista, debemos subrayar que es el espectador quien ocupa la posición del objeto: los sujetos reales son los actores de la pantalla que tratan de excitarnos sexualmente, mientras que nosotros, los espectadores, somos reducidos a la condición de objeto-mirada paralizada.” (S. Zizek, 2000. p.18)
Pero el atractivo de esta sumisión pasiva a la posición de objeto, adquiere su viscosidad en una fuerza que impulsa a intentar llenar con algún saber que supla pensamiento para el “Yo” como tercero excluido de la relación sexual entre los padres que le precede y le “fabrica”, si se me permite decir con jerga industrial. El horror del desconocimiento radical, genera fantasmas radicales, místicos:
“la mística masculina consiste precisamente en esa superposición de las miradas en virtud de la cual el místico experimenta que su intuición de Dios es al mismo tiempo la visión por medio de la cual Dios se mira a Si Mismo: Confundir este ojo contemplativo con el ojo con el que Dios se mira a si mismo debe seguramente formar parte del goce perverso”. (S. Zizek, 2000. p.180)
El objeto al que se identifica el pornógrafo, es dios, como objeto todo saber, se mira a si mismo mirando desde siempre, la falta en ser ha quedado eclipsada en el siempre haber sido ahí, eliminando el vacío real de no poder recordar el acto que dio origen al sujeto. El goce masturbatorio que acompaña la exploración pornográfica cierra al sujeto sobre sí mismo, coluto con su objeto, “una subjetividad adictiva no es más que la de un sujeto capturado en la falsa creencia de haber encontrado “su objeto”” (J. Dobón, 2003. p.51). El adicto a la pornografía reniega de su falta defendiéndose de la tensión del acto sexual en que le es posible actuar solo un rol psicosexual u otro, renunciando a la otra mitad del saber y del goce.
A sabiendas de que lo individual y lo social infiltran, podemos pensar en la proliferación de una modalidad de goce en una cultura, hablar del poder haciendo relacionar a los sujetos por un lado con la fuerza de modelamiento subjetivo del saber técnico y por otro el juego de velos en el sistema:
“El principio del sistema impone presentarle todas las necesidades como susceptibles de ser satisfechas por la industria cultural, pero de otra parte, organizar con antelación esas mismas necesidades de tal forma que en ellas se experimente a sí mismo sólo como eterno consumidor, como objeto de la industria cultural. Ésta no solo le hace comprender que su engaño es el cumplimiento de lo prometido, sino que además debe contentarse, en cualquier caso, con lo que se le ofrece” (T. Adorno, p. 186)
Y por otro lado, de porqué este sujeto hace síntoma:
“En el terreno de lo social emerge un Sujeto sintomado por la verdad y el saber, que convenimos en llamar Sujeto Síntoma de lo Social (s.S.s), efecto de captura de lo subjetivo por la dimensión y las creencias que provienen de las verdades que emergen desde los saberes y discursos que atraviesan a ciudadano, en cada momento histórico” (J. Dobón, 2003. p.44)
Corro el riesgo de presentar una segunda hipótesis. El sujeto profundamente angustiado por sus actos en sociedad, y aplastado por la angustia del no saber, salta fácilmente a los dispositivos que le ofrecen saberlo todo y ocultarse bajo la presentación de una falsa pero armónica imagen de si ante la mirada de todos, en la que puede jugar a mirar cómo es mirado. Es respuesta a una ideología de estado en qué:
“El orden jurídico y el poder de la justicia queda cuestionado en su credibilidad, a partir de la colaboración, activa, en forma directa o indirecta de la justicia con el poder en los periodos inconstitucionales. Ya no se tratará de deslindar a la verdad del sistema de poder, o de “cambiar la conciencia de las gentes” sino del acto de separación del poder de la verdad en las formas de hegemonía (sociales, económicas culturales”. En ocasiones el poder ha subvertido el orden y el estamento jurídico encontrando eco y colaboración en el poder judicial anteponiendo las “razones” del poder por sobre las de la ley” (J. Dobón, 2003. p.66)
Propongo: el sujeto adicto del qué hablo es producto de los visos de totalitarismo en el estado moderno como lo define Agamben:
“El totalitarismo moderno puede ser definido, en este sentido, como la instauración, a través del estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación física no sólo de los adversarios políticos sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables en el sistema político” (G. Agamben, 2004. p.25)
“El uso del producto permite la ganancia de “una cuota de independencia, ardientemente anhelada”, no con relación al producto, sino con relación al mundo exterior” (G. Melenote, 2005. p.45-46).  La oferta de Saberlo todo resuena en la estructura y la historia, hace parche contra una angustia mortal de no saber nada, estar excluido no ya de la escena en la que hace aparición el soporte del sujeto en el mundo, sino de secretos a voces, siendo de los más radicales el de su posible desaparición a manos de la madre patria. Se ha vivido una y otra vez en todo Latinoamérica.
Ejemplifico; Calveiro y Bateau, hablan de Argentina de los 70`s:
“Directamente con la legalidad aparece el problema del secreto. El secreto, lo que se esconde, lo subterráneo es parte de la centralidad del poder (…) debe existir una nube de silencio que rodee todo (…) para que funcionara el dispositivo desaparecedor debían  ser secretos a voces; era preciso que se supiera para diseminar el terror” (Calveiro y Bateau, Dos textos) 
El lugar del análisis como aparato para desmontar por medio de la inscripción de la imposibilidad,  del no todo, en el saber, de la falta en el Otro y de la recaptura a la identificación de un rasgo unario con el cual el sujeto pueda hacer lugar al sinsentido contra el goce sentido,  desear en contraposición al anteriormente supuesto y lapidario deseo del Otro, un sujeto que corra el riesgo del acto sin conocer todas sus consecuencias pero consciente de la dimensión de pérdida de goce (del Otro).
“Se trata del riesgo de tomar sobre si el alcance y las consecuencias del deseo, no pudiendo ya el sujeto tomar el expediente de hacerlas caer sobre el Otro. Es por ello que llamamos “riesgo absoluto” a la capacidad de deseo propio (que el deseo sea deseo del Otro sigue quedando en pie, pero recordemos que ahora ese Otro es interior al sujeto, quien se hace responsable por las consecuencias del deseo en términos de acción). (S. Amigo, 2007. p.271)
Es parte del análisis desmontar el andamiaje que sostiene en el lugar de la verdad la imagen hiperconsistente entre real y simbólico, producir un sujeto que se anime a ir:
Al encuentro del agujero entre el saber y la verdad el sujeto tras el acto hace un segundo paso sobre el “origen”, es decir lo que de lo simbólico se ausenta en lo real como base para la producción de la estructura. En este punto se “determina un vector ético moral para el sujeto entre dos agujeros, eje de la formación subjetiva frente a cada acto y sus implicaciones. (J. Dobón, 2003. p.66)

Quizá, hoy por hoy sujetos que se animen a decir: nos siguen faltando 43.

Textos literarios relacionados: Kira Schroeder y Lucía Molina 

 "Como todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles. Miren: a mi mano derecha le falta el índice. Miren: por este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuaje bermejo: es el segundo símbolo, Beth. Esta letra, en las noches de luna llena, me confiere poder sobre los hombres cuya marca es Ghimel, pero me subordina a los de Aleph, que en las noches sin luna deben obediencia a los Ghimel. En el crepúsculo del alba, en un sótano, he yugulado ante una piedra negra toros sagrados. Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían, robaba pan y no me decapitaban." La lotería de Babilonia, Ficciones, Jorge Luis Borges. 

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