lunes, 5 de noviembre de 2018

Carol


Carol es el título de la película de Todd Haynes, Carol podría ser también otro nombre para el deseo, o el amor en tanto nombre propio, tal y como lo declara el poeta: 

Con solo tu nombre…
Con solo tu nombre y un poco de silencio 
podría construir un lenguaje completo; 
todos los verbos, todas las palabras, todos los poemas, 
todo el silencio, toda la música, todos los ruidos del mar. 
Para decir que llueve, tu nombre tres veces. 
Una sola vez, para decir que sí; 
dos veces para decir que no; 
la mitad de tu nombre para decir, estoy perdido; 
y para nombrar la noche 
tu nombre tantas veces como estrellas, 
y luego un gran silencio para nombrarte a ti. 
Con cualquier cosa que diga no hablo sino de ti, 
no digo sino tu nombre. 
Cada vez que respiro, cuando río, cuando fumo, 
no hago más que decir tu nombre de otro modo, 
y sobre todo cuando callo, cuando guardo silencio, 
ese silencio te llama, te señala y te acusa. 
No hablo sino de ti cuando hablo de las cosas, 
y cuando digo: estoy contento; 
cuando digo: buenos días;
cuando digo: quiero carne, 
quiero vino, quiero pan; 
y sobre todo cuando digo: hoy no quiero comer. 
Ahora ya lo sabes, no se trata de amor, 
no se trata de eso que se llama amor, 
porque ahora ya sabes cómo es que se llama.
Se llama como tú 
y su nombre es tu nombre repetido, 
mi lenguaje completo como una sola palabra larga, 
tan larga como una vida, 
y seguida de un gran silencio que también te nombrará. 

Poema de José de Jesús Martínez 

Carol también es una clase magistral en todas las caricias que se pueden dar a la amada antes de usar las manos. Caricias que son prolongaciones del deseo con la capacidad de acercar a dos amantes de previo al encuentro de los cuerpos. Caricias sutiles y de una sofisticación tal que hacen a las manos parecer instrumentos toscos.

Algunos ejemplos:

Desear con los ojos, con esa parte del sujeto que se extiende a través del espacio para envolver y acariciar al otro en una intimidad distante, oxímoron del deseo mirada.

Aproximarse con el perfume a la amada, caricias de cuerpo oloroso roseado de bergamota y jazmín, fragancia del deseo olfato emanado desde los puntos del pulso. 

Caricias con música, notas que aceleran el corazón de la otra, una canción que recita una y otra vez el deseo, jazz seductor de deseo escucha. 

Una mujer cuyo cuerpo deseante está materialmente presente pero fantasea a la amada, poniendo en juego la escisión cartesiana, presente pero ausente. Este fantaseo nos enseña que el psiquismo también está agujereado, imaginando el deseo alucinación. 

Se desea entonces desde los orificios del cuerpo, eso nos enseñó Freud, esto le imprime un carácter fugaz al encuentro y un sabor nostálgico al amor, porque la mirada permanece unos instantes, los olores se disipan, las palabras se las lleva el viento, la canción acaba, la fantasía no alcanza, y el cuerpo retumba en éxtasis para caer rendido. 

Lacan nos enseñó que el significante es también agujero de donde puede brotar deseo, como cuando se apunta en la agenda la cita con la amada, escritura que da cuenta de un encuentro anhelado que libera mariposas atolondradas en la cavidad del estómago. 
Dice Nieves Soria: “El amor es una experiencia de desposesión, de allí el fracaso de todos los artificios creados para atraparlo, para ubicarlo, para garantizarlo. El amor es la experiencia de castración más real que puede vivir un ser hablante.”[1]Cita tomada de su libro titulado Nudos del amor.

Y cuando el sujeto ya no sabe más por dónde desear, se inventa aparatos deseo como un lente fotográfico por dónde mirarla mejor y acariciar su imagen hecha papel y tinta. 

Pero amor y deseo no son lo mismo, ni el amor-deber es equivalente al amor-deseo. Inconveniente deseo que llega sin anunciarse y trastorna la rutina y lo establecido y lo correcto, y convierte lo aburrido en insoportable. 

La época delinea el amor prohibido con sus cláusulas de moralidad que excluyen ciertos tipos de relacionamiento. Dichas cláusulas están escritas desde el poder, en Estados Unidos en 1950 escritas entonces por cierto tipo de hombre blanco, heterosexual y económicamente pudiente, para defender su propiedad-familia, es decir hijos y esposa. 

Desde esas cláusulas solo se puede pertenecer al Disneymundo, como le llama Soria, los niños, la casa, el carro, el paseo a Dinsneyworld, las vacaciones en la playa, las posibilidades de consumo para evitar el encuentro con el otro. 

Fuera de las cláusulas estrictas del disneymundo, aparece el deseo que se alimenta de lo prohibido, y entonces la moral y el deseo se encuentran combatiendo como tantas veces desde que habitamos esto que llamamos historia. 

Allí afuera hay lugar para el amor desigual, en experiencia, en tenencia, en savoir fair, en recorrido, tal vez solo igual en desinterés por la oferta de una masculinidad rígida, de un modelo familiar pantanoso, que proponen lugares limitados y estereotipados para la mujer donde el deseo no encuentra rama donde posarse para cantar. El amor es entonces promesa de refugio, de escapatoria, amor camino, huyendo de las tradiciones navideñas plagadas de la disneyfamilia. 

La película nos enseña que el deseo puede declinar en amor por un acto del sujeto.
El acto que define que el amor mamá no puede ser sin amor mujer. 
El acto según el cual se pasa de ser amada a ser amante. 

El amor que nombra una declinación del deseo que se arriesga con todos los agujeros de su ser, esto es Carol. 

Para terminar, un poema de Gloria Fuertes

CUANDO TE NOMBRAN
 Cuando te nombran,
 me roban un poquito de tu nombre;
 parece mentira,
 que media docena de letras digan tanto.

 Mi locura sería deshacer las murallas con tu nombre,
 iría pintando todas las paredes,
 no quedaría un pozo
 sin que yo asomara
para decir tu nombre,
ni montaña de piedra
donde yo no gritara
enseñándole al eco
tus seis letras distintas.

Mi locura sería,
enseñar a las aves a cantarlo,
enseñar a los peces a beberlo,
enseñar a los hombres que no hay nada,
como volverme loca y repetir tu nombre.

Mi locura sería olvidarme de todo,
de las 22 letras restantes, de los números,
de los libros leídos, de los versos creados.
Saludar con tu nombre.
Pedir pan con tu nombre.
- siempre dice lo mismo- dirían a mi paso, y yo, tan orgullosa, tan feliz, tan campante.

Y me iré al otro mundo con tu nombre en la boca,
a todas las preguntas responderé tu nombre
- los jueces y los santos no van a entender nada-
Dios me condenaría a decirlo sin parar para siempre.




[1]Soria, Nieves. Nudos del amor. 07/del bucle. Buenos Aires: 2018. p. 352

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