martes, 9 de febrero de 2016

Isadora, Karel Reisz


Isadora, busca su destino
Prólogo: Etty Kaufmann
Noviembre - 2015

Recuerdo la primera vez que leí sobre Isadora. Fue a la edad de 12 años. Me habían dejado una tarea sobre el diptongo y tuve que buscar en la enciclopedia Salvat. Entre las hojas de ese Wikipedia de antaño, mis ojos se toparon con su foto. El diptongo podía esperar. Ahí estaba Isadora Duncan, una mujer revolucionaria, que rompió el esquema rígido del arte de bailar con otros y propuso bailar sola.

“No me doblegaré a nada que no sea arte… pues el arte es belleza”, sentencia. Y como sello a esta consigna, quema el acta de matrimonio de sus padres. ¿Cómo no iba a hacerlo? Su padre les había dejado para salir huyendo por actos ilícitos. Entonces Isadora apuesta por la belleza del baile y se aleja de la tensión de este pasado de abandono.

Es que acaso el baile, su creación artística le permitía  ¿elidir el sufrimiento? ¿Ponerlo en pausa? O ¿producir un objeto otro?

La psicoanalista Margarita Gasque cita al autor español Vila-Matas. Este cuenta acerca de unos grafiti anónimos que empiezan a aparecer en los muros de una ciudad marroquí. La incógnita de estos mensajes se descubre pronto: el autor de estos había sido un campesino que había emigrado a la ciudad y se perdía con frecuencia, no lograba ubicarse. Así que los grafiti representan una suerte de guía de orientación para el nuevo poblador, cual hilo de Ariadna pilotando a Teseo (Gasque, 1996: 106).

Estos hilos o trazos se convierten en rasgos que imprimen y que a la vez crean un relato nuevo dejando huellas del rastro anterior, cual palimpsesto. Podría decirse que en el arte, “la envoltura deja de ser el accesorio desechable del objeto transportado, para convertirse él mismo en objeto; accede así al lugar de algo precioso” (Ibid.: 109). Pero nunca lo llena todo, por ello el sujeto se sigue produciendo en el quehacer de una obra, y de la siguiente.

También Agamben se mete en el tema del arte. Cita a Kafka para desde ahí hacer una propuesta. Kafka se imagina: “un grupo de viajeros de un tren que han sufrido un accidente en un túnel, en un punto desde donde ya no se ve la luz de la entrada y, en cuanto a la de la salida, aparece tan pequeña que la mirada tiene que buscarla continuamente, y continuamente perderla, y mientras tanto ni siquiera están seguros de si se trata del principio o del final del túnel”. Esto le hace pensar a Giorgio Agamben la permanente tensión que existe entre pasado y futuro que se actúa en el arte y que se presenta como algo en permanente movimiento (2005: 181,182). Desde el movimiento produce y construye nuevos significados.

La metáfora de Kafka o los grafittis de Marruecos, nos permiten hablar de un real que genera el arte como borde virtual y desde ahí como acto creador, como señal, como ubicación, como lugar simbólico de encuentro con el otro. Elisión y creación, se mueven en el vaivén del arte.

En Isadora esta tensión también se hace movilidad y se renueva en cada creación. Desde ahí sentencia: “que el pasado se cuide de sí mismo”, porque ella, lo va cubriendo con sus movimientos y lo deja salir pero convertido en belleza. Isadora se inventa y al hacerlo lo hace con el arte de la danza y la transforma al transformarse. Paradoja sempiterna de la creación.

Gracias Isadora!

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