martes, 1 de diciembre de 2015

The Rose de Mark Rydell


Prólogo: Isabel Garbanzo

El  síntoma “habla”, posibilita poner de relieve una verdad que es singular y fundante para cada sujeto, es esa verdad la  que el síntoma vela y revela constantemente. Esta verdad en tanto “palabra amordazada, que no llega a decirse en si misma, pero si puesta en acto evidenciando un saber reprimido que da cuenta de eso que “no anda,” del sufrimiento del que no quiere saberse nada. Rosa sólo sabe cantar, subir al escenario donde monta y recrea una y otra vez una escena de la que no puede apropiarse, para ella, verdad imposible de cuestionar.  Su intento narcisista de “sanar” heridas del pasado, la llevan a lo letal del encuentro con lo Real.

Cuando la demanda de goce se ejerce sobre estructuras en las cuales la función paterna no fracasó definitivamente, pero no terminó de constituirse, nos encontramos con lo que habitualmente llamamos comportamientos "locos": actings outs, pasajes al acto, manifestaciones psicosomáticas, adicciones, etc, etc. Padeceres que ubicamos como "patologías de borde", por la imposibilidad de constituir un borde, un límite a un goce que siempre amenaza con una invasión devastadora.

En  Rosa, hay una imposibilidad de poner distancia a un pasado que la consume y con el cual pelea imaginariamente, lejos de poder ubicarse en un lugar simbólico, de reconocimiento, hace todo lo contrario y confirma su lugar de “mierda, “necesito algo nuevo…esto es una mierda de vida, no tengo un tío que me eche un polvo”  “estoy muerta”. Paradójicamente, escandalizada por una escena donde lo que sobraron fueron “tíos que se echaron un polvo con ella” y lo que parecía ser la constante era no sentirse valorada como mujer, y ser una cantante famosa hace ilusión de tapar todo cuando no es capaz de simbolizar.

Intento de borrarse, sedarse frente al dolor de su existir recurriendo al uso de drogas,  en donde queda capturada. “El verdadero tóxico no es la droga, sino más bien un exceso que coloca el cuerpo “bajo influencia”. Freud plantearía que esto tiene que ver con lo sexual” (1996: 512). Lo que estaría en juego al drogarse es un intento de autoconservación frente a lo excesivo que no tenía palabras. Es siempre un intento de dominio sobre el cuerpo, que en general les es ajeno y enigmático; es un intento de suplir la falencia de un Otro garante de la funcionalidad de ese cuerpo y de esa mente.

La  adicción es lo que la sostiene frente algo insoportable de su propia existencia. La práctica adictiva es pensable como una operación y un montaje, inscritos en la dimensión del actuar en el registro de lo real. El montaje adictivo reemplaza al síntoma y  tiene como función otorgar una estabilidad -siempre relativa- cuando no se cuenta con la eficacia del síntoma. “Una existencia tóxica es una vida contaminada, una forma de vivir que para sostenerse necesita nutrirse de aquello mismo que la destruye y necesariamente por eso, porque no puede renunciar a lo que la daña,  la existencia al ser tóxica es suicida” (Kalina, 1985:161)

El endeble yo de Rose necesita hacer un repliegue narcisista muy primitivo, donde “el yo representa bien esa superficie modelada con amor que se elabora entre otras cosas como objeto de la satisfacción de otro, y que no puede significar su existencia en su propio terreno”(1996:512). Rose se sostiene en la paradoja de inflarse  narcisisticamente expropiandose de sí misma. Siendo un puro objeto de goce. Cantar, que podría haber sido una salida simbólica, se convierte en pantalla imaginaria que no le basta para suplir, para resignificar su lugar degradado, que termina invadiendo toda su existencia.

Anclada en esa escena que la “escandaliza y objetiviza” y  que como tal la marcó, que revive aún con más carga por la imposibilidad de reposicionarse, haciendo un pasaje al acto de aquello que la mató en un momento anterior. Rose desea ser reconocida desde otro lugar, pero le es imposible sostenerlo, quiere ser reconocida como “rica y famosa”, pero siempre sustraída, imposibilitada a asumir un lugar otro, es así como dice:   “Te voy a contar una cosa grotesca: una vez en la escuela me emborraché y me tiré a todo el equipo de fútbol. Me desperté en medio del campo.  ¿Te escandalizas?   Toda mi vida he querido volver ahí como una Estrella, escuchar los aplausos de mi gente”. 

Se trata de dar forma y consistencia a un ego que intenta paliar la amenaza de algo insoportable; en un intento de rebelión el sujeto se somete al goce. Qué es lo insoportable y cuál es la defensa ante esa amenaza es lo que va a diferenciar los montajes adictivos.  No por casualidad Rose es una artista, ella puede en el escenario maquillar aquello que la mata por dentro y la soledad interna que no le permite apropiarse de eso que ha logrado construir, su nombre como cantante, narcisizarse desde un lugar otro.

Ese nombre artístico, sirvió de prótesis hasta que tuvo que volver a su pueblo a confrontar su historia y su pasado, lo que había construido que le permitía circular en lo social, montar escenarios, seducir al otro. La prótesis empieza a caerse con la humillación de otro cantante.  

Rose sale a escena, monta escenas, con un gran anhelo de re-conocimiento por parte de aquel lugar de donde vino, pero es atrapada por lo vivido y ese deseo de restregar su éxito en la cara de su gente se le devuelve como puro desecho, revelando la verdad de su ser. 

Ella intenta frenar eso que sin saber sabía, pidiendo una pausa,  vacaciones, pero no es escuchada, se le exige que pueda, que cumpla con su palabra, con su contrato. Ya Rose se sostenía en su adicción al alcohol, pero la situación se agrava, y el desbordamiento es excesivo. La droga estaría del lado del goce suturando la angustia del vacío en su ser.  

La droga promete ese dominio pero obliga al sujeto a no poder descansar en el Otro. No es el hacedor de él mismo, pero tiene que ser su constante vigía y guardián. Confiar en el Otro y mantener la incógnita de nuestro cuerpo implica un reconocimiento de una falta del ser y del tener. Esa falta es lo que permite ocuparse de otra cosa: podemos desear. En  Rose la droga ejerce la función de suplencia de esa carencia narcisista, en la ilusión efímera de una posible  resignificacion “Stay with me Baby” dice que es lo que aprendió a cantar desde que era una cría.  

Frente a la pregunta “¿Qué impresión te hace cantar en tu pueblo?  Ella responde “Me hace ilusión, son mi gente, les conozco, me entienden y yo a ellos”. Una fantasía ilusoria, porque justamente por lo que ellos conocen de ella es que es insoportable estar ahí y sostener un lugar otro, muy frágil además. Muy contradictorio, porque esos otros que le sirven de espejo le devuelven todo aquello que para ella aún sigue siendo insoportable y que intenta ocultar en el escenario. 

Ese devenir que nunca llegó en Rose, ella quería devenir cantante famosa y rica para su pueblo, que esa "prótesis narcisista" funcionara ahí. La droga sirve para apuntalar una "impostura" (estructural) que fracasa. A la vez es la que mitiga el dolor de ese "ya no ser" o "aún no soy". La droga brinda un suplemento imaginario que permite sostener la insignia fálica y un reconocimiento, al precio de congelar el deseo.

Lo insoportable aquí no es la amenaza de la invasión del Otro y el aniquilamiento subjetivo, sino la castración. De ahí que muchas veces el recurso "salvador" precipite a pasajes de "hacerse mierda", "hacerse desecho" o caer en "el dulce placer de no ser nada".  “necesito algo nuevo…esto es una mierda de vida”.

El tóxico aparece también como una promesa de llenar un vacío, de una envoltura cerrada de nada en que se ha transformado el sujeto por su identificación con el objeto perdido, esa representación de los sucesos vividos por Rose, intento continuo de reconstrucción, donde imaginariamente intenta con el regreso a su pueblo reposicionarse en el escenario, ese campo de futbol, el intento de ser amada, querida, reconocida, perdonada, el anhelo de recuperación de eso caído, perdido, o peor aún de eso que tal vez nunca existió.

Rose compra a un chofer que termina siendo su amante e interesándose en ella y valorándola como según ella dice “nunca nadie lo había hecho”, es a ese desconocido a quién le dice “Qué pena que no te conociera cuando estaba en la escuela”. Por primera vez en la vida, parece que alguien se interesa por su bienestar. Él vuelve por ella, para sacarla de ahí donde está, lugar que ella misma llama campo minado. Lo que este hombre no sabe es que nada contra corriente, y en la misma confusión de Rose, ella no puede ser salvada, él no debe defenderla, merece que la traten como una “mierda”. Frente a la propuesta de Houston de ir a algún lugar donde puedan respirar ella le responde “todo lo que sé hacer es cantar.”

Rose hace un recorrido por su pueblo, pasa por la cancha de fútbol en la que fue objeto sexual para todo un equipo, luego se esconde ante la posibilidad de ser vista por sus padres para rematar con la entrada a un supermercado, la tienda de Leonard, con la expectativa de ser reconocida por éste. Para su sorpresa no fue así.  

En su plan de “huida”  se detienen en el lugar donde cantó por primera vez:  “solamente quiero saber si ellos saben quién soy”. Cuando él la defiende y pelea porque la respeten, ella le dice “lo arruinaste” “¿quién crees que eres?” él no es nadie para cambiar su historia, su lugar; ella era ahí la misma que fue, no quién deseaba ser. Cuando le proponen hacer lo mismo que en la escuela ella dice “¡no, no no!” pero ya está todo fuera de control y con eso su posibilidad de salida, se confirma lo temido, se revive una escena con una carga afectiva aún mayor. Paradojicamente, ella quería estar en paz, “ser dejado en paz, sin querer que nada de lo que el Otro quiere de él, gozar sin desear impugnando así al falo y sus pretensiones unificadoras…” (Braunstein 1988:37)

Logra volver al escenario, para devolver a su gente aquello que muy a su pesar ella es o ha sido para el Otro, desecho. En medio de una muchedumbre, está sola, no hay quien la escuche, no hay quien la entienda, ni ella misma se entiende. La operatividad de la droga es buscada allí donde se intenta cerrar los orificios del cuerpo bloqueando la intrusión del Otro, o bien desapareciendo a la mirada de ese Otro, que le grita y le recuerda el:   “llévense de aquí a esa puta.

En una falsa ilusión dice – “es tan bueno volver a casa”, “¿me perdonan por llegar tarde?  Yo les perdono” llegada ya a un  punto en que le ha sido imposible replantearse su relación con el Otro, lograr  no estar anestesiada para lidiar con las contingencias de su vida, tal como lo apunta Luis Dario Salamone en su  texto “El Silencio de las Drogas ”  

"El rechazo del inconsciente siempre remite a una dimensión mortal, porque al entorpecerse el  funcionamiento del mismo, se estanca e impide que el deseo se ponga en juego.

El cuerpo intoxicado implica un repliegue de la libido sobre sí mismo, que conlleva un goce que tiene dos caras: el dolor rechazado retorna, y a la vez busca ser anestesiado por la droga. Al igual que en los casos de hipocondríaca y afecciones orgánicas mencionadas por Freud, esta nueva economía  de goce logra neutralizar por un momento los síntomas neuróticos, pero con un mecanismo similar al de la psicosis: aquello que es rechazado en lo simbólico es capaz de retornar en lo real. Así, con la intoxicación, en un intento por escapar del sufrimiento neurótico, el cuerpo funciona alocadamente. Pero esa locura corporal nos es tanto el precio que se paga por recurrir al tóxico, el goce autoerótico resultado de la ruptura con el Otro no encuentra la forma de metabolizarse, resultando algo primariamente tóxico. La droga viene en segundo lugar, alimentando el circuito, es el combustible  arrojado al fuego de las pulsiones. La problemática central es la sexualidad y el sujeto solo puede hacerle frente narcotizado.

En ese sentido, replantear la relación del sujeto con el Otro y con su goce resulta decisivo para  darle la posibilidad de vivir sin estar anestesiado , de permanecer despierto para resolver las  contingencias que la vida le depara, de elegir habitar un cuerpo que no esté intoxicado" -Luis Darío Salamone  "El cuerpo intoxicado" ( El silencio de las drogas)-

No hay comentarios:

Publicar un comentario